Costa Rica para los ricos
Ramón Campos
Pasa que nuestro país se ha convertido en una Costa Rica para los ricos, donde los que carecemos de un apellido de hidalguía estamos expuestos a la violación de nuestros derechos.
La trágica brecha social entre los que más tienen y los que menos tiene, expuesta y sobre expuesta en el Estado de Nación, es un fenómeno que va más allá del poder adquisitivo. Resulta que el mismo país se le niega a los más desfavorecidos, el libre tránsito al que, según nuestra Carta Magna, tenemos acceso los ciudadanos parece que está sujeto a la “pinta” y la plata de cada cristiano. Para ejemplificar el caso basta ver dos situaciones que ocurrieron este año en nuestro país.
El primero, se dió en Playa Rey de Quepos, sobre un territorio de 14 kilómetros propiedad del Estado, donde, desde hace unos 20 años, los políticos se encargaron de poblar con unas 190 familias de escasos recursos, o, más bien, cuyos únicos recursos eran las palmas y los palos de los ranchos en los que se guarecían.
Lo ofrecimientos de los Padres de la Patria, quienes les ofrecieron la playa como su tierra prometida, los mantuvo con la esperanza de que algún día esa franja de arena pasara a ser de su propiedad. Se mantuvieron ahí, a pesar de los abuso de autoridad de los efectivos del MINAE, los cuales intentaban quitarles sus pertenencias a la fuerza, machetazos incluidos.
Los moradores de esta Playa Rey tuvieron que abandonar el único espacio “digno” que tenían para sobrevivir, ya que el desalojo administrativo propuesto por el MINAE fue acogido por los tribunales, y el IMAS solo podía subsidiar a 14 familias de las 140 que vivían ahí. Los demás debieron buscar un lugar para pasar los días, u otro terreno donde levantar sus ranchos como precaristas.
Lo curioso del caso es que cuando se dio este desalojo en Quepos los políticos que hicieron tantas promesas a esas familias, brillaron por su ausencia.
Y más curioso aún es lo que ocurre en otras playas del país, como por ejemplo en el Golfo de Papagayo, donde lo exuberante de la naturaleza se confunde con lo exótico de los dueños de esas tierras, entre ellos la sensual Madona o la estrella del baloncesto Michael Jordan.
En este golfo de sin igual belleza, resulta que una poderosa empresa hotelera, con la complacencia de nuestra policía, prohibe la navegación en las aguas cercanas, o acampar en la playa a los ciudadanos de clase media o baja, por que definitivamente nosotros, los “comehuevos” contaminamos el paraje de un hotel cinco estrellas.
Dichosamente la gruesa cadena que pusieron para impedir el paso de los ciudadanos al terreno público pudo ser burlada por varias personas que conocen sus derechos constitucionales y la posibilidad de interponer un “Salacuartazo” por violación al libre acceso a nuestras playas, pero los demás, desconocedores de la ley, se mantiene detrás del sistema de seguridad del lugar, guardián de los intereses de los ricos, para alejar a las personas no gratas.
Cito solamente otro ejemplo de los muchos que ocurren en nuestro país, para no hablar de Bambuzal, donde se prefiere dar tierra a las transnacionales sin importar el futuro de varios campesinos, despojados de su parcela, su único medio de subsistencia, donde los favores políticos y el poder que ejercen las compañías extranjeras, de la mano con nuestros gobernantes, atropellan hasta la Constitución, en procura de un país que cada día es menos nuestro.
Este país, bajo el artificio de vender oxígeno, nuestras reservas forestales pasan a formar parte de intereses extranjeros.
Estamos sujetos al poder del dinero, inmersos en un mundo en el que todo se puede comprar, más en una pequeña pulpería, donde parece haber enseres que las grandes industrias se olvidaron fabrican, o preservar.
Pasa que nuestro país se ha convertido en una Costa Rica para los ricos, donde los que carecemos de un apellido de hidalguía estamos expuestos a la violación de nuestros derechos, limitados a la suerte de los que ejercen el poder y la seguridad pública, los mismos que vemos como huéspedes especiales en los hoteles cinco estrellas y, curiosamente, una semana más tarde, aparece, como por arte de interés, la policía, limitando el tránsito a cuanto
Ciberprensa Num 189*** 2007